miércoles, 8 de febrero de 2012

JORGE MANRIQUE: "COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE"

JORGE MANRIQUE “Coplas a la muerte de su padre”



          I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida;
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

         II
Pues si vemos lo presente,
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.

          III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

INVOCACIÓN
          IV
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
Aquél sólo me encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.

            V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos,
descansamos.

          VI
Este mundo bueno fue
si bien usásemos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos.
Aun aquel Hijo de Dios
para subirnos al Cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.

          VII
Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa
angelical,
¡que diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cautiva
dejándonos la señora
descompuesta!

          VIII
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos.
De ellas deshace la edad,
dellas casos desastrados
que acaecen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

          IX
Decidme: La hermosura
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas e ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

          X
Pues la sangre de los godos
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

          XI
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora;
que se muda,
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.

       
      XII
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño.
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

          XIII
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
no hay lugar.

         XIV
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
 

          XV
Dejemos a los troyanos,
que sus males non los vimos,
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos e leímos
sus historias;
non curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.

          XVI
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los Infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
¿qué de tanta invención
que trajeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
e cimeras?

          XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados y vestidos
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

          XVIII
Pues el otro, su heredero
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halagüero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!

          XIX
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan fabridas
los enroques e reales
del tesoro,
los jaeces, los caballos
de sus gentes e atavíos
tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?

            XX
Pues su hermano el inocente
que en su vida sucesor
se llamó
¡qué corte tan excelente
tuvo, e cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la Muerte luego
en su fragua.
¡Oh jüicio divinal!,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua.

          XXI
Pues aquel gran Condestable
maestre que conocimos
tan privado,
non cumple que de él se hable,
mas sólo cómo lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿qué fueron sino pesares
al dejar?

          XXII
Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes e medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que en tan alto fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?

          XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes,
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
e deshaces.

          XXIV
Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros e balüartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.
 
          XXV
Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
non cumple que los alabe,
pues los vieron;
ni los quiero hacer caros,
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.

          XXVI
Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!

          XXVII
En ventura, Octavïano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano,
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
que prometía.

          XXVIII
Antoño Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante.
Aurelio Alexandre fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.

          XXIX
Non dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
y sus villas;
en las lides que venció,
cuántos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas e los vasallos
que le dieron.

          XXX
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que fechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
que tenía.

          XXXI
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
en senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran Caballería
del Espada.

          XXXII
Y sus villas y sus tierras,
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
e por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y, en Castilla, quien siguió
su partido.

          XXXIII
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta,

        
     XXXIV
diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hiciste tan poca cuenta
por la fama;
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que vos llama.»

          XXXV
«Non se vos haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
perecedera.»

         XXXVI
«El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
donde moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.»

          XXXVII
«Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esotra vida tercera
ganaréis.»

Responde el Maestre:
          XXXVIII
«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.»

Del Maestre a Jesús:
          XXXIX
«Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
Tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona»".

          FIN
           XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.

sábado, 28 de enero de 2012

LAZARILLO DE TORMES




1.          PRIMERA NOVELA MODERNA
2.          APARICIÓN DEL LAZARILLO
3.          PROBLEMAS
4.    ORÍGENES FOLKLÓRICOS
5.    RELATO AUTOBIOGRÁFICO
6.    EL LAZARILLO Y LA NOVELA PICARESCA
7.    RENACENTISMO DEL LAZARILLO
8.    ESTRUCTURA DE LA OBRA
9.    DESARROLLO DE LA ESTRUCTURA
10.    ESTILO
11.  GUÍA DE LECTURA


EL LAZARILLO DE TORMES (1554)

1. PRIMERA NOVELA MODERNA

La importancia de esta novela breve, aparecida en 1554 y titulada Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, no consiste sólo en haber iniciado el género picaresco en nuestra narrativa, sino en que, como muchos críticos han señalado, es el pórtico de la novela moderna.

• Se apoyan para afirmarlo en el siguiente hecho: el relato, hasta entonces, presentaba un héroe adulto —un caballero, un señor entregado a la vida pastoril, un príncipe, etc.— cuyos rasgos y cuyo destino están ya fijados cuando la novela empieza; las peripecias y aventuras no lo transforman, sino que lo confirman en lo que ya es. Pertenece, además, al gran mundo.

• En el Lazarillo, por el contrario, se nos presenta una vida haciéndose. Nos narra la historia de un personaje desde su niñez, para que entendamos por qué, en el último capítulo, ha caído en el deshonor. De esta manera, ese personaje —por primera vez en la historia, un protagonista pobre y miserable— es, en cada momento, una consecuencia de lo que ha vivido. No podríamos comprender qué siente cuando sirve al clérigo de Maqueda, si no supiéramos cuanto le sucedió antes sirviendo al ciego. Las novelas anteriores son sartas de sucesos; a veces, estos podrían cambiarse de orden sin que el relato se alterara. En el Lazarillo, los acontecimientos siguen un orden progresivo e intocable. En este sentido, el famoso relato participa ya de caracteres novelescos modernos.

2. APARICIÓN DEL LAZARILLO
En 1554 se publicaron simultáneamente tres ediciones de la obra, en Burgos, Alcalá y Amberes, sin nombre de autor. Tuvo un éxito fulminante, pero en 1559 fue incluida en el índice de libros prohibidos. Sin embargo, continuó leyéndose porque entraban en España muchos ejemplares impresos en el extranjero. En 1573 se autorizó la publicación de una versión expurgada, en la cual se suprimieron, completos, los tratados IV y V y varias alusiones irreverentes en los demás. Has 1834 no volvió a editarse entero el Lazarillo nuestro país. Pero hubo múltiples y continuadas ediciones, en español, hechas en Italia, Portugal, Francia y Países Bajos. Y enseguida comenzarán las traducciones a otras lenguas: francés (1560 inglés (1576), holandés (1579), alemán (1617), italiano (1622), portugués (1786). Hoy está traducido, prácticamente, a todos los idiomas.

3. PROBLEMAS
Al igual que La Celestina, el Lazarillo está rodeado de problemas.
·         Se ignora la fecha de composición. Hay dos alusiones históricas en la obra: el padre del protagonista Lázaro murió, siendo éste niño, en una expedición militar a los Gelves (frente a la costa de Túnez); pero ocurre que hubo dos acciones contra esas islas: una en 1510, y otra en 1520. Cuando Lázaro está ya casado, dice que hubo cortes en Toledo, presididas por el emperador Carlos, pero tal convocatoria se produjo también dos veces: en 1525 y 1539. Si se toman en consideración las primeras fechas, el Lazarillo habría sido escrito hacia 1525; pero parece más probable la opinión de quienes, basándose en las fechas más tardías, piensan que la novela fue compuesta no mucho antes de su publicación: hacia 1550.
·         El otro problema se refiere el autor. Ya hemos dicho que el Lazarillo es obra anónima. Pero se han formulado muchas hipótesis acerca de quién pudo ser su autor: el diplomático Diego Hurtado de Mendoza, el escritor toledano Sebastián de Horozco, el fraile jerónimo Juan de Ortega... Ninguna se ha impuesto con evidencia, y tenemos que resignarnos a ignorar el nombre de aquel extraordinario narrador.
·         Tampoco sabemos cómo fue este, cómo pensó. Abundan en la novela los clérigos y las alusiones satíricas al clero mezcladas con irreverencias. Pero la novela está sutil y maliciosamente escrita, y resulta equívoca. Según algunos, su autor, mediante esa sátira anticlerical, habría propugnado una reforma de las costumbres eclesiásticas, con una intención sinceramente cristiana, en la línea reformista (no protestante) de Erasmo. Otros críticos, por el contrario, dudan razonablemente de la sinceridad religiosa del autor, y hoy se abre camino la hipótesis de que pudo ser un judío, converso sólo a medias, que hostiga a la sociedad cristiana —su avaricia, su credulidad, su absurdo sentido del honor, el incumplimiento de su credo—; de ahí que, por precaución, guardara celosamente el anonimato. Por otra parte, también se piensa que el anonimato pudiera ser un recurso literario: acentuar el sentido de historia verdadera contada directamente por el protagonista; es decir, hacer creer que el autor es el propio Lázaro.


4. ORÍGENES FOLKLÓRICOS

La mayor parte de las peripecias que acontecen a Lázaro de Tormes son folklóricas. Así, por ejemplo, tienen ese origen:
— el nacimiento del protagonista a orillas de un río;
— la muerte del padre, que origina la miseria de la familia;
—el que sirva a un ciego; la pareja ciego-niño aparece en abundantes cuentos, y farsas medievales
— y, por supuesto, los cuentecillos como el del niño negro que se asusta de la fealdad de su padre; el del trompazo que el ciego propina a Lázaro contra el toro de piedra de Salamanca; el de su venganza, haciendo que el amo se estrelle contra una columna, etc.
• El autor apenas si ha inventado, pues, los materiales; la mayor parte eran relatos populares que circulaban atribuidos a personajes distintos. Pero él ha elegido los que le convenían para su propósito, y se los ha atribuido a un solo personaje: a Lázaro de Tormes. Con todo, como ya se ha dicho, no se ha limitado a ensartarlos: están orgánicamente dispuestos, al servicio de su intención novelesca de mostrarnos el progreso del protagonista en su desventurado vivir.


5. RELATO AUTOBIOGRÁFICO

El Lazarillo está contado por su protagonista en primera persona: se trata, pues, de una fingida autobiografía.
• Más concretamente, adopta la forma de una carta. Por el prólogo, sabemos que un desconocido señor (a quien Lázaro se dirige llamándolo siempre “vuestra merced”), le ha escrito rogándole que le cuente qué hay de verdad sobre un caso que se refiere a él y que ha llegado a su noticia (conoceremos el caso en el último capítulo: en Toledo se dice que Lázaro se ha casado por interés con la barragana de un arcipreste). El protagonista, que ejerce el cargo de pregonero en la ciudad imperial, decide no limitarse a contarle el caso, sino a darle noticia entera de su vida. (Es el artificio de que se vale el autor para que comprendamos cómo la pobreza y la mala educación han conducido a un hombre al deshonor.)
• El método autobiográfico que el Lazarillo adopta gozó de mucho predicamento en el siglo XVI. Está al servicio de la ficción realista, de hacer más creíble lo que se cuenta.


6. EL LAZARILLO Y LA NOVELA PICARESCA

Esta breve y gran novela funda, como hemos dicho, el género picaresco. Lo cual se ha discutido alguna vez, argumentando que Lázaro de Tormes no es un pícaro y que nunca en el libro se le llama así. Según ese argumento, la primera novela picaresca española sería la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache, escrita por Mateo Alemán (1599).
Lázaro no es, efectivamente, un pícaro sino un desdichado. Sus picardías son raterías de poca monta: nada comparables a las “hazañas” de los pícaros posteriores. Sin embargo, estos no hacen sino acentuar rasgos de maldad que, en el de Tormes, estaban en esbozo. (El pícaro propiamente dicho será un personaje sin oficio conocido, entre cuyas actividades entran las de mendigar y robar; sin ninguna conciencia moral, vive a costa de los demás, pero suele ser víctima de sus propios ardides.)
El carácter de novela picaresca que tiene el Lazarillo no puede negarse si, además de lo que en el personaje hay ya de pícaro potencial, tenemos en cuenta la estructura del libro. Estos son sus rasgos principales, que imitarán las novelas picarescas, empezando por el Guzmán de Alfarache:
    Las obras picarescas son novelas de protagonista: todo gira y está al servicio de su protagonista principal, el pícaro. Se trata de
    el protagonista narra su propia vida (autobiografismo): es el propio pícaro quien toma la pluma para contar su historia, y así hacer oír su voz, pues su mísera existencia no puede interesar a ningún cronista, a diferencia de lo que ocurría con los grandes héroes novelescos cuyas maravillosas hazañas eran cantadas por poetas, novelistas y juglares. Por lo tanto, se manifiesta una visión unilateral de la realidad, lo cual explica en gran medida, la presencia de los aspectos más negativos de esa realidad por la condición marginal del pícaro.
es hijo de padres sin honra; empieza declarándolo cínicamente;
se ve obligado a abandonar su hogar por la pobreza;
— en una parte importante de su vida, sirve a diversos amos. Esto hace posible que pasen por la obra personajes representativos de la sociedad de la época, y hace posible ofrecer un retrato de tono satírico en el que se denuncian y ridiculizan vicios y hábitos de estos personajes.
es ladrón inducido por el hambre y, a veces, simplemente por su natural vicioso; usa tretas ingeniosas para robar; o, en sentido más amplio, para superar sus adversas condiciones de vida.
aspira a ascender en la escala social, pero no logra salir de su estado miserable;
— cuando parece que ha logrado un éxito en sus planes, le sucede una desventura: suerte y desgracia se alternan;
suele contraer matrimonio sin honra;
    no narra nunca sucesos fantásticos (realismo).
    las novelas picarescas presentan una intención moralizadora. En algunas, de la simple exposición de la trayectoria vital del pícaro puede extraerse una lección moral (Lazarillo). En otras, el desarrollo argumental está salpicado de reflexiones morales sobre los acontecimientos narrados (Guzmán de Alfarache).
      El género quedó constituido propiamente —si no, el Lazarillo hubiera sido una novela aislada— cuando, adoptando su esquema, el genial escritor sevillano Mateo Alemán escribió la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache (1599-1605). El éxito de esta novela, unido al del Lazarillo, que no había dejado de leerse, indujo a otros varios escritores a publicar también novelas picarescas, ya dentro del siglo XVII.


7. RENACENTISMO DEL LAZARILLO

El Renacimiento establece una frontera neta entre el mundo natural y el mundo sobrenatural, tan mezclados en la mente de los hombres de la Edad Media. De ese modo, la naturaleza y lo humano pueden explorarse por sí mismos. Los escritores optan por lo religioso (Fray Luis, los ascéticos y místicos) o por lo mundanal, decididamente. Tan renacentista se muestra el gran poeta agustino como el autor del Lazarillo. Este conduce a su protagonista por la sociedad de los hombres, sin que intervengan fuerzas o ideales sobrenaturales; se trata de una investigación literaria sobre determinadas miserias, bien humanas, que sirven de fondo a la lucha del protagonista contra la desgracia de haber nacido pobre.

8. ESTRUCTURA DE LA OBRA

El Lazarillo tiene forma de carta o epístola. Es lo que se llamaba en la época una carta de relación, en la que una persona da cuenta de su vida a otra persona con cierto detalle.
En efecto, el pregonero Lázaro de Tormes narra su vida, desde que nace en Tejares (Salamanca) hasta que consigue aquel cargo en Toledo. La obra está dividida en siete tratados, introducida por un prólogo:
— En el Tratado I, el protagonista sirve a un ciego tacaño y mezquino, a quien tiene que engañar para poder comer. Al entrar a servirle es un niño inocente, pero a su lado aprende toda suerte de malicias, y cuando lo abandona sabe ya más tretas que él;
— Sirve, en el Tratado II, al cura de Maqueda (Toledo), un clérigo avariento que no lo alimenta y a quien tiene que robar los bodigos (panes que le ofrendaban los fieles) con alardes de ingenio; es, pues, peor amo que el ciego;
— Cuando ya parecía que no cabía más ruindad, Lázaro, en el Tratado III sirve a un escudero (un hidalgo sin fortuna) en cuya casa no hay absolutamente nada; pero lo trata bien, frente a la crueldad que mostraron con él los dos primeros amos. El criado, en este tercer tratado en que culmina la maestría del autor, siente piedad por él, y mendiga para alimentarlo.
— El tiempo pasa, Lázaro va creciendo, y ya no sufre hambre con el cuarto y quinto amos. El Tratado IV es brevísimo: un apunte anticlerical. En el V, no actúa como protagonista: se limita a contemplar, asombrado, cómo un eclesiástico, vendedor de bulas (privilegio que el Papa concedía a quienes las compraban), engaña a unos incultos y crédulos aldeanos. Harto de ambos amos, los abandona cuando se cansa de ellos.
— El Tratado VI, también muy corto, habla de su servicio a un maestro de pintar panderos, y a un capellán, que lo empleaba como aguador. Con este último, ahorra sus primeros dineros, que emplea para comprarse unas ropillas que mejoren su aspecto.
— Por fin, en el Tratado VII, tras servir como auxiliar de un alguacil (oficio que deja pronto, por considerarlo peligroso), obtiene el cargo de pregonero real, lo protege un arcipreste, y se casa con una criada suya, lo que da mucho que hablar en la ciudad (el caso). Su largo “aprendizaje” ha terminado: ya puede aceptar la deshonra como una especie de felicidad.

Toda la obra muestra el cumplimiento de una profecía: el ciego, en el Tratado I, dice a Lázaro: “Yo te digo […] que si un hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que serás tú.” Y, efectivamente, alcanza su “ventura” cuando conoce al arcipreste de San Salvador, cuyos vinos pregonaba por Toledo para venderlos (Tratado VII).


9. DESARROLLO DE LA ESTRUCTURA

9.1. PRÓLOGO
Está muy ligado al resto del libro: por él sabemos que Lázaro escribe a alguien que le ha pedido que le cuente el caso: Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso…. Pero el protagonista va a ir más allá y va a narrar su vida desde el principio (porque se tenga entera noticia de mi persona (para que se pueda comprender su actuación en el caso.
El autor es consciente de su estilo (que en este grosero estilo que escribo) y de que su relato puede prestarse a diversas lecturas: pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que ahondaren tanto los deleite

9.2. TRATADOS I-III
Se centran en la infancia de Lázaro — hasta los 13 o 14 años—  y constituyen la parte fundamental de su proceso educativo. El aprendizaje de la “carrera de vivir” es el núcleo temático y narrativo. El niño tiene la necesidad de aprender a vivir a luchar en un mundo hostil para sobrevivir como sea.
Aunque el tema del hambre está muy presente en estos tres tratados, lo fundamental es cómo todo esto influye en Lázaro, cómo se van formando el carácter y la mentalidad del protagonista.
Hay que subrayar que Lázaro no cuento el diario vivir, sino que selecciona los acontecimientos y episodios que van a explicar mejor su evolución y posterior actuación en su edad adulta.

9.2.1. TRATADO I
      El primer maestro de Lázaro en la “carrera de vivir” es un ciego que desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto y sagaz. La pareja ciego-mozo es el eje de este tratado que cuenta con una estructura clara y sencillo: dos personajes en pugna casi continua, las peripecias (acontecimientos) que ocurren entre ellos y un camino (el espacio o ambiente en el que se desarrolla la acción)
      Después del primer episodio (diome una gran calabazada), el niño pierde la inocencia propia de la edad (desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba) y tiene que aprender a sobrevivir y a luchar en soledad (Verdad, dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer).

9.2.2. TRATADO II
      La estructura es casi igual que el anterior Tratado: dos personajes enfrentados (cura y chiquillo) y sus peripecias. El único cambio es que en el Tratado I la acción transcurre en varios lugares, mientras que en éste todo discurre en un pueblo: Maqueda (Toledo)
      En esta nueva etapa de su aprendizaje, la situación material de Lázaro empeora: pasa más hambre, y el cura es más avariento y mezquino que el ciego: Escapé del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesma avaricia…
      La temática es casi la misma que en el T. I (mezquindad, avaricia, hambre, crueldad, etc.), aunque hay que añadir un nuevo tema: la hipocresía. Mientras el pobre Lázaro se muere de hambre, su amo le dice: Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes que el Papa.
      La crítica anticlerical resulta clara y contundente: el cura de Maqueda es un compendio de cualidades negativas y un ejemplo perfecto de lo que no debería ser un sacerdote. El ciego tenía algo positivo: mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego; el cura, nada.
      No es de extrañar, pues, que Lázaro se vaya convirtiendo en una persona escéptica y pesimista, y piense que todo va de mal en peor: Con esto no me osaba menear, porque tenía por fe que todos los grados había de hallar más ruines.

9.2.3. TRATADO III
      El esquema narrativo se mantiene: nuevo amo, nuevas enseñanzas. El tema del hambre continúa, pero la relación amo-criado es distinta a las anteriores. Aunque  el escudero no soluciona las carencias materiales de Lázaro, éste siente piedad y hasta cierto afecto por su amo: Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía más; e incluso llega a sacrificarse por él: Y muchas veces por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lo pasaba mal.
      El engaño del mundo es el tema fundamental: todo es apariencia y nada es verdad. Lázaro busca un amo mejor y se va con el escudero por su porte, ropa y buenas palabras: Y seguíle, dando gracias  a Dios por lo que le oí y también que me parescía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester. Pero la verdad es que vuelve a pasar hambre y tiene que mendigar para mantener a su amo.
      La crítica antinobiliaria es evidente en este Tratado: Lázaro no critica al escudero como persona, sino como miembro de una clase: Quisiera yo que no tuviera tanta presunción, mas abajara un poco su familia […] Mas, según me parece, es regla ya entre ellos usada y guardada.
      El cultivo de la apariencia (el qué dirán) y el exagerado y ridículo orgullo de su amo son características que se hacen extensivas a todos ellos, a los nobles.

9.3. TRATADOS IV-VI
       La desigual extensión de los Tratados IV a VI, muy breves, ha hecho pensar a muchos críticos que fueron censurados o que sólo son un boceto. Esto no parece muy lógico, pues el Lazarillo es un relato coherente y muy bien trabado. Más bien habría que pensar que el narrador ha detallado más la primera etapa de formación, la infancia, por considerarla más importante y que aquí sólo añade algunos aspectos para completarla. Lo importante ahora es subrayar el paso del tiempo, el crecer del protagonista hasta llegar a su edad adulta

9.3.1. TRATADO IV
      En este brevísimo Tratado, prosigue la sátira anticlerical: el nuevo amo de Lázaro es un fraile mundano, gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocio de seglares y visitar. Además, el narrador sugiere otros vicios: y por otras cosillas que no digo. Lázaro empieza a disfrutar, de una manera muy modesta, de algún progreso material: no se habla ya de hambre y utiliza, por primera vez, zapatos (este me dio los primeros zapatos que rompí en mi vida). Lázaro no ha medrado nada desde que salió de su casa y ahora inicia un ascensión en lo material.

9.3.2. TRATADO V
      Es importante el cambio narrativo: hasta aquí Lázaro ha sido el protagonista: los acontecimientos le sucedían a él, e iba acumulando experiencias, casi todas negativas. Ahora es un espectador que apenas interviene en la acción: ve cómo engañan a otros. Pero es una etapa muy importante para su formación: aprende cómo se puede manipular a los demás por medio de la palabra (mas aprovechábase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltísima lengua.
      Lázaro sigue comprobando que el engaño y la falsedad son fundamentales para vivir en el mundo que él conoce. Nueva lección: no fiarse de nada ni de nadie. Hay que señalar que, hasta ahora, él no hace nada malo, sólo intenta sobrevivir, son los otros los que le enseñan.
9.3.3. TRATADO VI
      Aunque todavía sigue pasándolo mal con el maestro de pintar panderos (y también sufrí mil males), Lázaro empieza a ganar algo. Su oficio, aguador, es muy humilde y está mal retribuido. La ironía del texto es patente: fueme tan bien en el oficio, cuando la realidad fue que necesitó cuatro años de duro trabajo para ahorrar una miseria y comprar ropa usada.
      El anticlericalismo del libro se refuerza en este Tratado: el capellán es un explotador de Lázaro.
      Lázaro ya ha aprendido a aparentar (desque me vi en hábito de hombre de bien) y va a intentar, por todos los medios, alcanzar la “buena vida”: este fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar la buena vida.

9.4. TRATADO VII
      Este Tratado enlaza con el prólogo: el caso al que se aludía en aquel se explica aquí. Toda la novela queda perfectamente trabada: el narrador ha elegido unos cuantos momentos de su vida para justificar su caso. Todos los elementos de la estructura narrativa convergen en ese final: tiene que hacer lo que hace porque el mundo no le da otra salida.
      “El caso” puede pasar inadvertido pues Lázaro de inmediato pasa a contar su vida y no vuelve a mencionarlo hasta este Tratado, cuando ya el protagonista se muestra en su estado actual como pregonero del arcipreste, el sacerdote titular del arciprestazgo de San Salvador, en Toledo, de quien pregona sus vinos por toda la ciudad. El caso es que su actual amo, otro clérigo, le propuso que se casara con una criada suya, cosa que hizo, y a aquel “Vuestra Merced” a quien se dirigía Lázaro y a quien de vez en cuando ha ido haciendo referencia a lo largo de toda la novela le ha llegado el rumor a propósito de las entradas y salidas a casa del arcipreste de la mujer de Lázaro. Era este un asunto muy popular en esta época.
      Lázaro le viene a decir que de ninguna manera; que su honor está a salvo, y que sólo son habladurías lo que se dice que ocurre cuando su mujer entra en casa del cura a hacerle la cama y a guisalle de comer. También cree que es mentira lo que le han contado sus amigos: que, cuando se casó con ella, ya había parido tres veces (se supone que fruto de ir tanto a hacerle la cama y a guisarle de comer al arcipreste.
      Lázaro, y la maestría narrativa del autor es evidente, niega y otorga. Dice que no, pero todos entendemos que sí. ¿Por qué? Porque a estas alturas, después de haberlo acompañado a lo largo del libro, ya lo conocemos y lo sabemos capaz de tolerar cualquier indignidad con tal de huir de la miseria pasada. Al fin y al cabo, ¿para qué ha escrito su libro? Precisamente para explicar cómo ha llegado a la situación en la que se encuentra. Y es entonces cuando nos damos cuenta de a qué se refiere cuando dice, en las últimas palabras de la obra, que se encuentra en la cumbre de toda buena fortuna.

10. ESTILO

El Lazarillo manifiesta a la perfección el ideal de simplicidad expresiva que alentó en muchos escritores renacentistas, según sabemos. Y no podía ser de otro modo, ya que el autor presta su pluma a un inculto pregonero, que jamás fue a la escuela: para que la ficción fuese perfecta, era preciso que Lázaro de Tormes escribiera en un estilo natural y sin primores.
Una parte —escasa— del libro es dialogada; el lenguaje se ciñe entonces al contenido con exactitud coloquial:
—Tío, una llave de esta arcaz [= arca] he perdido, y temo mi señor me azote. Por vuestra vida, veáis si en esas que traéis hay alguna que le haga [= sirva para abrirlo], que yo os la pagaré.

En lo descriptivo y narrativo, no se observan tampoco artificios. Las frases se suceden con espontaneidad, como si no estuvieran planeadas, y los párrafos se alargan con incisos que la necesidad de ser claro y el recuerdo van dictando a Lázaro:
Pues estando una noche desvelado en este pensamiento, pensando cómo me podría valer y aprovecharme del arcaz, sentí que mi amo dormía, porque lo mostraba con roncar y en unos resoplidos grandes que daba cuando estaba durmiendo. Levantéme muy quedito, y, habiendo en el día pensado lo que había de hacer, y dejado un cuchillo viejo, que por allí andaba, en parte do lo hallase, voyme al triste arcaz y por do había mirado tener menos defensa le acometí con el cuchillo, que a manera de barreno de él usé.

Como podemos ver, al desconocido novelista no le importaba la elegancia de la frase (porque el responsable del estilo era Lázaro): hay repeticiones de vocablos (pensamiento, pensando; un cuchillo... con el cuchillo; en parte do... por do), palabras trivialísimas (roncar, resoplidos, que por allí andaba), etc. Lo que a él le preocupa es la exactitud de lenguaje, adaptado a la pobre materia que trata.
• De cuando en cuando, surgen en esta prosa austera rasgos de extraordinaria expresividad, patente en el uso de diminutivos y de adjetivos fuertemente plásticos; así, en el párrafo anterior, “resoplidos grandes”, “muy quedito”, “triste arcaz”.
• El Lazarillo de Tormes es, pues, una obra maestra de la prosa renacentista castellana, en su vertiente más simple y natural.

11. GUÍA DE LECTURA
0. PRÓLOGO
0.1. Lázaro justifica por qué ha escrito este libro. Escribe esa justificación.
0.2. Lázaro le cuenta “su caso” a alguien, ¿a quién?
0.3 ¿Le escribe por propia voluntad o hay algún otro asunto que le “obliga”?

TRATADO I
1.1. Lázaro va a ser resultado de dos condicionamientos. Por un lado, su sangre innoble; por otro, la miseria de su educación. Según los prejuicios de la sociedad tradicional, ningún mal nacido podía aspirar a mejorar de suerte (contra ello protestaban los escritores conversos). ¿Qué circunstancias familiares lo condicionan para la desgracia?
1.2. Contados los antecedentes familiares, el muchacho entra a servir a un ciego: comienza su “educación”. Precisamente, con una burla cruel. ¿En qué consiste? ¿Cómo influye en el carácter de Lázaro?
1.3. ¿Cómo describe Lázaro al ciego?
1.4. ¿Con qué anécdotas se van marcando los “progresos” del muchacho en la bellaquería?
1.4. Lee el siguiente fragmento:
Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja ni me aprovechaba ni valía, acordé , en el suelo del jarro, hacerle una fuentecilla y agujero sutil y delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera, taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada.
       
En este pasaje, el protagonista quiere mostrar su astucia: es ya un aprendiz muy aventajado.
1.4.1. Va adquiriendo vicios. ¿A cuál se refiere aquí, y cómo se pondera la inclinación de Lázaro?
1.4.2. La sutileza del ingenio del muchacho aparece clara merced a ciertos adjetivos, adverbios, diminutivos y verbos. Señálense.
1.4.3. Lázaro, a quien todo hasta ahora va saliendo bien, experimenta una cierta superioridad sobre el ciego. ¿Cómo se expresa lingüísticamente?

1.5. ¿Qué determina el odio que el mozo siente de pronto contra el amo? ¿En qué se advierte su carácter taimado?
1.6. Sin embargo, el episodio de las uvas no es una burla despiadada Sirve solo para mostrar que el ciego, a pesar de todo, sigue siendo más listo que el criado. ¿Reconoce este su ingenio?
1.7. El episodio de la longaniza, como otros muchos, procede de un cuento popular. He aquí cómo se cuenta en un manuscrito de 1540 (es decir, anterior al Lazarillo):
Un muchacho de un ciego asaba un torrezno, y su amo díjole que le diese de él, y comióselo todo. El muchacho le preguntó que quién le dijo lo del torrezno; respondió que lo había olido. Y yendo por una calle, dejóle encontrar [chocar] con una esquina. Díjole el muchacho: “Oliérades [ podíais haber olido] vos esa esquina como olistes el torrezno.”
Como puede observarse, el autor del Lazarillo ha echado mano de este cuentecillo popular para construir el final del Tratado 1, haciendo que el engaño se produzca con una longaniza y no con un torrezno. Haz notar con qué detalles novelescos amplía la obra los escuetos datos del cuentecillo.
1.8. Observa también:
— la complacencia en detalles repugnantes (que serán constantes en la picaresca);
— de qué modo ciego y mozo manifiestan su rabia mutua;
— aparición del tema “profético” del vino [el ciego le dice: si un hombre en el mundo ha de ser bienaventurado con vino, que serás tú]
— la sutileza y crueldad de Lázaro (aprendidas en las de su mano) en el desenlace.
1.9. El tratado tiene, a su vez, su propia estructura simétrica ¿Cuál fue la primera burla que hubo de sufrir el mozo? ¿Cómo se la devuelve como remate de sus relaciones con él?

TRATADO II
2.1. En el Tratado II se alude explícitamente al ciego varias veces, ¿en qué momentos y para qué, recordando que los tres primeros capítulos muestran una gradación ascendente en el tema del hambre?
2.2. ¿Qué rasgos configuran a avaricia del clérigo?
2.3. Casi todos esos rasgos eran tópicos. Observa cómo se manifiestan en algunos autores contemporáneos del Lazarillo:
— El avariento sospecha que sus hijos y criados le son infieles; de nadie se fía salvo de la llave. Acontece muchas veces que este mal reina más tiránicamente en los eclesiásticos y religiosos (Melchor Cano, 1550).
— [ Los avaros] no con ánimo puro / reparten todos el pan, / que las más veces lo dan/porque está mohoso y duro (Antonio de Segovia, 1547).
— [clérigos avaros] en los pueblos do residen / huélganse que los conviden (López de Yanguas, 1521).
¿Cómo se expresan tales rasgos en este segundo Tratado?
2.4. El ciego era sumamente ingenioso ¿Lo es también el cura de Maqueda?
2.5. Lázaro va robando el pan del arca, pero cada vez puede robar menos ¿como señala el texto la gradación descendente, de más a menos, de sus pobres raterías?
2.6. En el Tratado III, cuando Lázaro entre en casa del hidalgo (donde no hay absolutamente nada que comer) dirá de ella que “tenía la entrada oscura y lóbrega”; es así como solía designarse la entrada del sepulcro. Es, pues, como si entrara en una tumba. Para ello, ha tenido que morir antes; y, en efecto, su servicio al cura es como una muerte anticipada. ¿De qué modo se relacionan hambre y muerte en el Tratado II?
2.7. ¿Añora Lázaro, en cierto modo, a su primer amo?

TRATADO III
3.1. Estamos ante el capítulo principal del libro. Por vez primera el sentimiento de la fraternidad aparece en la literatura española. ¿Cómo se manifiesta?
3.2. Al comienzo, a Lázaro le engañan las apariencias ¿como? ¿De qué manera se va engañando a sí mismo?
3.3. Comentario de texto
     Púseme de un cabo y él [el  escudero] del otro, y hicimos la negra cama. En la cual no había mucho que hacer. Porque ella tenía sobre unos bancos un cañizo, sobre el cual estaba tendida la ropa, encima de un negro colchón. Que por no estar muy continuado a lavarse  no parescía colchón, aunque servía dél con harta menos lana que era menester. Aquel tendimos, haciendo cuenta de ablandalle. Lo cual era imposible, porque de lo duro mal se puede hacer blando. El diablo del enjalma[= colchón] maldita la cosa tenía dentro de sí. Que puesto sobre el cañizo, todas las cañas se señalaban, y parecían a lo propio [= propiamente] entrecuesto [= espinazo, lomo] de flaquísimo puerco. Y sobre aquel hambriento colchón, un alfamar [= colcha] del mismo jaez [= estilo]  del cual el color yo no pude alcanzar [averiguar]

3.3.1. ¿Cuál es tema del texto?
3.3.2. Al describir el mísero colchón, ¿Qué pretende el autor?
3.3.3. Un adjetivo de color se repite dos veces; ¿tiene el autor alguna preferencia por él? ¿Por qué?
3.3.4. ¿Con qué palabras y ponderaciones se resalta la extrema miseria del colchón?


3.5. El hidalgo se preocupa por Lázaro, en su primera conversación, ¿influirá ello en el comportamiento posterior del muchacho?
3.6. ¿En qué momento revela el mozo que su simpatía ha empezado a ser captada por el amo?
3.7. El hidalgo es paupérrimo, pero no pierde su digna apariencia. Muéstralo en la escena de los pedazos de pan.
3.8. Lázaro actúa exteriormente con obediencia que no ofenda al amo; pero ¿conoce de qué pie cojea éste?; ¿en qué lo demuestra?
3.9. ¿Cómo se manifiestan en este capítulo los recuerdos del ciego y del cura?
3.10. ¿Se comporta Lázaro igual, en el episodio de las tripas de vaca, que en el anterior de los pedazos de pan?
3.11. Dice Lázaro tras este episodio: contemplaba yo muchas veces mi desastre: que , escapando de los amos ruines que había tenido, y buscando mejoría, viniese a topar con quien no sólo me mantuviese, mas a quien yo había de mantener. A la vista de esta declaración, ¿obedece a plan del autor la ordenación de los tres primeros capítulos? ¿En qué consistiría este plan?
3.12. Lázaro siente lástima del hidalgo. Èl, que es la miseria misma, se permite compadecer a un noble. ¿Habrá alguna intención satírica oculta en ello?
3.13. El cuentecillo del entierro era también popular. Para que el equívoco (sobre la casa lóbrega y oscura) se produzca, el autor ha venido preparando la aparición de dicho cuento. ¿En qué momentos?
3.14. En el fin del capítulo, ¿corresponde el hidalgo al cariño del criado? ¿Era en eso, en definitiva, superior a los otros amos? ¿Proporcionará ello alguna “enseñanza” a Lázaro que contribuya a su posterior cinismo?

TRATADO IV
4.1. El tema del hambre, tan sabiamente graduado como hemos visto, ha terminado. El cortísimo Tratado IV es un simple aguijoncillo anticlerical; uno más. Las acusaciones son tópicas. ¿Cómo es el fraile de la Merced?
4.2. Este es el primer amo al que Lázaro abandona, ¿cuál es la causa?

TRATADO V
5.1.  El Tratado V es el menos “lazarillesco” del libro. Lázaro no es su protagonista: ¿a qué se limita?
5.2.  Este Tratado  se inspira en un cuento que fue popular por Europa. Atacaba a quienes explotaban la fe popular con malas artes. Resume su argumento.
5.3.  La habilidad narrativa del autor se muestra una vez más en este capítulo. ¿Lázaro y el lector saben que todo aquello es una simulación, o lo van descubriendo a medida que el cuento avanza?


TRATADO VI
6.1.¿Qué se relata en este Tratado?
6.2. Cuatro años tardó Lázaro en ahorrar dinero para comprarse aquellas miserias. ¿Era justo el trato que hizo con el clérigo? Realmente, ¿logró vestirse con hábito de hombre de bien?

TRATADO VII
7.1. La narración del caso llega al momento presente. ¿De qué trata este Tratado?
7.2. ¿Cómo se cumple la profecía del ciego relativa al vino?
7.3. Después de contar toda su vida, Lázaro, ya adulto, cuenta llanamente “su caso” ¿En qué consiste?
7.4. Como pregonero, Lázaro tenía que acompañar a los delincuentes sacados a vergüenza pública, leyendo en voz alta sus delitos (“tengo cargo de […] acompañar los que padecen persecuciones por justicia, y declarar a voces sus delitos”). De su padre dice Lázaro, en el Tratado I, que robaba harina, “por lo cual fue preso y confesó e no negó y padesció persecución por justicia”. ¿Habrá alguna relación, entre ambos hechos, que dé a entender que Lázaro ha ascendido poco en la escala social?
7.5. De igual manera, la madre de Lázaro, en el Tratado I, al enviudar, “determinó arrimarse a los buenos por ser uno de ellos”; decidida a ello, se pone a servir y se amanceba con el negro. En el Tratado VII, el hijo, a pesar de las murmuraciones que su matrimonio suscita, contesta a las torpes advertencias del arcipreste: “Señor […] yo determiné de arrimarme a los buenos.” De igual modo que las suertes del padre y del hijo son paralelas, ¿puede establecerse algún paralelismo entre las de este y de Antona Pérez?
7.6. A pesar de que Lázaro las niega, al lector no le cabe duda alguna de que las murmuraciones son ciertas. Muestra la habilidad con que, en este punto, procede el anónimo autor.
7.7. Se ha señalado que el siguiente tema es propio de los judíos (se presenta abundantemente en sus leyendas  y cuentos): “Hay que preservar la paz del hogar, aun a costa de la verdad”. ¿Aparece dicho tema en este Tratado VII?
7.8. ¿Puede proporcionar algún indicio acerca de qué fue el autor? ¿Contrasta con el sentimiento del honor vigente entre los cristianos viejos?


COMENTARIO DE TEXTO 1
[El ciego] acostumbraba a poner cabe sí[1] un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto lo tomaba y daba un par de besos callados[2] y lo volvía a su lugar. Mas duróme poco, que en los tragos conocía la falta, y por reservar su vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y tapábalo con la mano, y así bebía seguro.

    Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destillarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada.
Espantábase, maldecíase, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser.

  -No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-, pues no lo quitáis de la mano.      
    Tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.
    Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que me estaba aparejado[3] ni que el mal ciego me sentía, sentéme como solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que agora tenía tiempo de tomar de mí venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejo caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.
 
   Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos de él me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé.

      Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo. Lavome con vino las roturas que con los pedazos del jarro me había hecho, y sonriéndose decía:

   -¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud".

CUESTIONES
1.      Tema.
2.      Resume el fragmento
3.      Estructura

COMENTARIO DE TEXTO 2
Y comienzo a cenar y morder en mis tripas y pan, y disimuladamente miraba al desventurado señor mío, que no partía sus ojos de mis faldas, que aquella sazón[4] servían de plato. Tanta lastima haya Dios de mí como yo había del, porque sentí lo que sentía, y muchas veces había por ello pasado y pasaba cada dia.
Pensaba si sería bien comedirme[5] a convidalle; mas por me haber dicho que había comido, temía me no aceptaría el convite. Finalmente, yo deseaba aquel pecador ayudase a su trabajo del mío[6], y se desayunase como el dia antes hizo, pues había mejor aparejo, por ser mejor la vianda y menos mi hambre.
Quiso Dios cumplir mi deseo, y aun pienso que el suyo, porque, como comencé a comer y el se andaba paseando llegose a mí y díjome:
"Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vida vi a hombre, y que nadie te lo vera hacer que no le pongas gana aunque no la tenga."
"La muy buena que tú tienes -dije yo entre mí- te hace parecer la mía hermosa."
Con todo, parecióme ayudarle, pues se ayudaba y me abría camino para ello, y díjele: "Señor, el buen aparejo hace buen artífice. Este pan esta sabrosísimo y esta una de vaca tan bien cocida y sazonada, que no habrá a quien no convide con su sabor.""¿Una de vaca es?""Sí, señor."
"Dígote que es el mejor bocado del mundo, que no hay faisán que ansí me sepa."
"Pues pruebe, señor, y vera que tal esta."
Póngole en las unas la otra y tres o cuatro raciones de pan de lo mas blanco y asentóseme al lado, y comienza a comer como aquel que lo había gana, royendo cada huesecillo de aquellos mejor que un galgo suyo lo hiciera."Con almodrote -decía- es este singular manjar."
"Con mejor salsa lo comes tu", respondí yo paso.
"Por Dios, que me ha sabido como si hoy no hobiera comido bocado."
"¡Ansí me vengan los buenos anos como es ello!" -dije yo entre mí.
Pidióme el jarro del agua y díselo como lo había traído. Es señal que, pues no le faltaba el agua, que no le había a mi amo sobrado la comida. Bebimos, y muy contentos nos fuimos a dormir como la noche pasada.
Y por evitar prolijidad, desta manera estuvimos ocho o diez días, yéndose el pecador en la mañana con aquel contento y paso contado a papar aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro una cabeza de lobo. Contemplaba yo muchas veces mi desastre, que escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, viniese a topar con quien no solo no me mantuviese, mas a quien yo había de mantener.
Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía mas, y antes le había lastima que enemistad; y muchas veces, por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lo pasaba mal. Porque una mañana, levantándose el triste en camisa, subió a lo alto de la casa a hacer sus menesteres, y en tanto yo, por salir de sospecha, desenvolvile el jubón y las calzas que a la cabecera dejo, y halle una bolsilla de terciopelo raso hecho cien dobleces y sin maldita la blanca ni señal que la hobiese tenido mucho tiempo.
"Este -decía yo- es pobre y nadie da lo que no tiene. Mas el avariento ciego y el malaventurado mezquino clérigo que, con dárselo Dios a ambos, al uno de mano besada y al otro de lengua suelta, me mataban de hambre, aquellos es justo desamar y aqueste de haber mancilla."
CUESTIONES
1.      Lázaro no es malo por naturaleza, sino que la vida lo ha torcido. Razónalo.
2.      ¿Qué siente el muchacho por su amo?
3.      Lázaro se ha convertido en un perspicaz psicólogo. Señala los datos que lo confirman.
4.      El criado no desea humillar al amo. ¿Cómo se comporta?
5.      Pero el escudero es astuto. ¿Qué táctica emplea para que el mozo le dé parte?
6.      ¿Qué contesta Lázaro al verse elogiado?
7.      El hidalgo, ni para aceptar la uña, deja de fingir grandeza. Explícalo.
8.      ¿Cómo muestra su desdén el muchacho por su amo¿ ¿Cómo lo califica?
9.      Explica el último párrafo.


[1] cabe sí: junto a sí, cerca
[2] besos callados: tragos en silencio
[3] aparejado: preparado
[4] Sazón: vez, ocasión
[5] Comedirme: anticiparme
[6] Su trabajo del mío: es el hambre, que Lázaro quiere remediar con su propio trabajo de mendigo.